Años atrás me aventuré a estudiar magisterio. Dicha experiencia me hizo conocedor de grandes tragedias, pero también de una vocación genuina. Mis superiores me mostraban que ser maestro es un trabajo para el que se nacía y no se hacía. Recuerdo bien el Arévalo Bermejo, un Instituto que me enseñó el esfuerzo, me presentó con la presión, me inculcó la dedicación y otros principios y valores que en un punto me proponían hacer una diferencia en la educación. De este contexto nací como maestro.
En base a mi experiencia se me vino a la mente un pensamiento en particular al ver a un grupo que se hacía llamar “magisterial” e identifiqué su corriente de pensamiento: Soy maestro. Trabajo 5 horas al día, 5 días a la semana, y sin tener en cuenta las huelgas que Joviel convoca. Esto viene a ser 10 meses de trabajo. Cuando tengo mi plaza fija en el gobierno mis incentivos por ser el mejor se esfuman y me da igual cuántos niños me ganan y cuántos me pierden. Tampoco me preocupo si asisten o no asisten a clases. Mi trabajo (plaza) permanecerá activa hasta encontrarme con mi jubilación. En este trabajo el mayor premio es la jubilación, recibiendo mensualmente ingresos para descansar el resto de mi vida. La vida de un maestro es la mejor porque se cuenta con dos días completos de descanso en la semana, que vienen a ser dos meses de descanso en el año. Lo anterior sin mencionar las órdenes de Joviel para irnos a pasear a la capital y tomarnos un par de selfies en el Centro Histórico. Todas las tardes para descansar y lo único que podría interrumpir mi descanso sería una llamada del líder sindical: Joviel Acevedo.
Pero...¿Qué hay de los maestros del área rural? Hablando de las escuelas unitarias, las que poseen los 6 grados de educación primaria en una sola aula. Escuelas que no abren siempre porque es muy cansado subir la montaña todos los días. Por ello se sube a dar clases dos o tres días a la semana y solamente un par de horas al día.
Por el conocimiento empírico que he adquirido sé que el pensamiento mencionado anteriormente es el de la mayoría de los maestros en Guatemala. Pero por otro lado hay un grupo diferente, uno que pertenece a lo que debería ser el magisterio. Un trabajo en donde la vocación está por encima de toda jubilación y sueldo. Está sobreentendido que el “pisto” es la mayor preocupación de Joviel Acevedo. Por lo tanto, él y su grupo nunca verán este trabajo como lo ve un docente que en verdad se preocupa por la educación de un país.
El otro grupo magisterial es diferente, y cumple con lo que “debería” ser el magisterio. Un trabajo que inicia el 2 de Enero, y puede terminar días antes de lo que pueda terminar Diciembre. Mi día laboral iniciaba a las 7 de la mañana y no terminaba a las 12 del medio día. Me mantenía en constante aprendizaje. Mi hora de receso en la mañana, no la usaba para tomar café, sino para preparar mi material de enseñanza. Supervisaba constantemente a “mis niños”, aprendiendo de sus actitudes en el hábitat natural llamado “patio”. Con esto aprendí a conocer a cada uno de mis estudiantes y supe qué estrategias de enseñanza y aprendizaje podría aplicar. Por las tardes también trabajaba. Me tocó conocer el hogar de cada uno de mis alumnos. Los visitaba por la tarde para reforzar temas y echarle una mano a aquellos que tenían dificultades para aprender.
Recuerdo que 5 horas al día no me alcanzaban para terminar un tema de aprendizaje. El fin de semana me dedicaba a construir y crear nuevos materiales didácticos para la clase, acaparando y planificando los temas pedagógicos de la semana entrante. Los dos meses que no trabajaba al año, me dedicaba a construir su planificación pedagógica del siguiente año. Tenía dos meses para saber qué temas trataría en cada día del año que venía. El esfuerzo era total. Requería de paciencia y discernimiento para tratar a muchas personas. Problemas que escucha a través de las vidas de sus alumnos que me deprimían, sintiéndome impotente no poder cambiar la realidad familiar de sus alumnos, pero sí que podía cambiar la realidad educativa del alumno. Lo malo es que no me bastaba el tiempo. Mi sueldo era el cariño, el respeto, y el recuerdo que tenían de mí mis alumnos. La satisfacción que tenía al imaginarlos creciendo convirtiéndose en: abogados, ingenieros, doctores, arquitectos y uno que otro que quería ser Presidente. Este es un verdadero sueldo. El magisterio no es una carrera que se basa en el “pisto”, sino en la vocación.
Por lo tanto Joviel me parece la completa imagen del primer grupo mencionado. Líder de un sindicato que retrocede el futuro de la educación en Guatemala. Dinero mezclado con poder, una mezcla que lo convierte en el enemigo de millones de niños. Sus intereses van más allá de educar a un país que carece de educación. Sus intereses giran alrededor del “pisto". Sin más que decir, la idea inicial del magisterio fue desviada a los bolsillos de Joviel y su grupo de interesados.
Es curioso que vivamos en un país en donde se hizo lo imposible: Hacer renunciar a un Presidente, pero todavía no logramos hacer que Joviel deje su puesto de líder sindical del STEG (Sindicato de Trabajadores de la Educación en Guatemala) desde 1998. La educación en Guatemala estará estancada mientras este personaje siga estancado en el puesto que tiene.
En base a mi experiencia se me vino a la mente un pensamiento en particular al ver a un grupo que se hacía llamar “magisterial” e identifiqué su corriente de pensamiento: Soy maestro. Trabajo 5 horas al día, 5 días a la semana, y sin tener en cuenta las huelgas que Joviel convoca. Esto viene a ser 10 meses de trabajo. Cuando tengo mi plaza fija en el gobierno mis incentivos por ser el mejor se esfuman y me da igual cuántos niños me ganan y cuántos me pierden. Tampoco me preocupo si asisten o no asisten a clases. Mi trabajo (plaza) permanecerá activa hasta encontrarme con mi jubilación. En este trabajo el mayor premio es la jubilación, recibiendo mensualmente ingresos para descansar el resto de mi vida. La vida de un maestro es la mejor porque se cuenta con dos días completos de descanso en la semana, que vienen a ser dos meses de descanso en el año. Lo anterior sin mencionar las órdenes de Joviel para irnos a pasear a la capital y tomarnos un par de selfies en el Centro Histórico. Todas las tardes para descansar y lo único que podría interrumpir mi descanso sería una llamada del líder sindical: Joviel Acevedo.
Pero...¿Qué hay de los maestros del área rural? Hablando de las escuelas unitarias, las que poseen los 6 grados de educación primaria en una sola aula. Escuelas que no abren siempre porque es muy cansado subir la montaña todos los días. Por ello se sube a dar clases dos o tres días a la semana y solamente un par de horas al día.
Por el conocimiento empírico que he adquirido sé que el pensamiento mencionado anteriormente es el de la mayoría de los maestros en Guatemala. Pero por otro lado hay un grupo diferente, uno que pertenece a lo que debería ser el magisterio. Un trabajo en donde la vocación está por encima de toda jubilación y sueldo. Está sobreentendido que el “pisto” es la mayor preocupación de Joviel Acevedo. Por lo tanto, él y su grupo nunca verán este trabajo como lo ve un docente que en verdad se preocupa por la educación de un país.
El otro grupo magisterial es diferente, y cumple con lo que “debería” ser el magisterio. Un trabajo que inicia el 2 de Enero, y puede terminar días antes de lo que pueda terminar Diciembre. Mi día laboral iniciaba a las 7 de la mañana y no terminaba a las 12 del medio día. Me mantenía en constante aprendizaje. Mi hora de receso en la mañana, no la usaba para tomar café, sino para preparar mi material de enseñanza. Supervisaba constantemente a “mis niños”, aprendiendo de sus actitudes en el hábitat natural llamado “patio”. Con esto aprendí a conocer a cada uno de mis estudiantes y supe qué estrategias de enseñanza y aprendizaje podría aplicar. Por las tardes también trabajaba. Me tocó conocer el hogar de cada uno de mis alumnos. Los visitaba por la tarde para reforzar temas y echarle una mano a aquellos que tenían dificultades para aprender.
Recuerdo que 5 horas al día no me alcanzaban para terminar un tema de aprendizaje. El fin de semana me dedicaba a construir y crear nuevos materiales didácticos para la clase, acaparando y planificando los temas pedagógicos de la semana entrante. Los dos meses que no trabajaba al año, me dedicaba a construir su planificación pedagógica del siguiente año. Tenía dos meses para saber qué temas trataría en cada día del año que venía. El esfuerzo era total. Requería de paciencia y discernimiento para tratar a muchas personas. Problemas que escucha a través de las vidas de sus alumnos que me deprimían, sintiéndome impotente no poder cambiar la realidad familiar de sus alumnos, pero sí que podía cambiar la realidad educativa del alumno. Lo malo es que no me bastaba el tiempo. Mi sueldo era el cariño, el respeto, y el recuerdo que tenían de mí mis alumnos. La satisfacción que tenía al imaginarlos creciendo convirtiéndose en: abogados, ingenieros, doctores, arquitectos y uno que otro que quería ser Presidente. Este es un verdadero sueldo. El magisterio no es una carrera que se basa en el “pisto”, sino en la vocación.
Por lo tanto Joviel me parece la completa imagen del primer grupo mencionado. Líder de un sindicato que retrocede el futuro de la educación en Guatemala. Dinero mezclado con poder, una mezcla que lo convierte en el enemigo de millones de niños. Sus intereses van más allá de educar a un país que carece de educación. Sus intereses giran alrededor del “pisto". Sin más que decir, la idea inicial del magisterio fue desviada a los bolsillos de Joviel y su grupo de interesados.
Es curioso que vivamos en un país en donde se hizo lo imposible: Hacer renunciar a un Presidente, pero todavía no logramos hacer que Joviel deje su puesto de líder sindical del STEG (Sindicato de Trabajadores de la Educación en Guatemala) desde 1998. La educación en Guatemala estará estancada mientras este personaje siga estancado en el puesto que tiene.