En los últimos treinta años, la política guatemalteca se ha caracterizado por poseer un evidente pluripartidismo, que aunque sea moderado no deja de serlo. Este sistema abre paso a un debate en el cual se cuestiona la funcionalidad del sistema actual para la buena ejecución de la democracia. En consecuencia, se muestra claramente como es que las distintas organizaciones políticas de la era democrática se enfrentan a una destrucción casi inmediata de sus bases ideológicas, ¿O es que nunca las tuvieron para empezar? Son pocos los partidos políticos que han logrado tener una incidencia política-histórica en la sociedad. Han existido sesenta y seis partidos políticos en Guatemala que, de ocho elecciones generales, en promedio han participado aproximadamente en tres elecciones cada uno.
Por esto mismo hemos sido víctimas de un Congreso que mucho dice y poco hace. Cuando las cosas se ponen difíciles nunca falta la bancada que se hace oídos sordos mientras frena la agenda legislativa y gana tiempo para sobreponer sus intereses sobre los de la voluntad general. Más de alguna vez nos hemos enfrentado al problema de ver frenada una iniciativa de ley muy positiva, por el mismo limitante que vienen a ser los intereses partidarios de distintas bancadas y sus diputados. Tomemos como ejemplo las reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos; uno de los temas más polémicos de la ley es el de abolir la mala práctica del transfuguismo. Sin embargo, existen propuestas encaminadas a que únicamente se pueda ser tránsfuga en el último año del período legislativo, eso no es más que una argucia politiquera para ponerle un aparente fin al tema, y con la probable consecuencia que esta acción agrave la crisis institucional y política en el último año de cada gobierno. En realidad no se estaría poniendo un fin al transfuguismo, simplemente se “regularía”. Es por eso que vuelvo a la pregunta del principio, ¿acaso los partidos políticos no tienen bases ideológicas claras? Y me atrevería a agregar: ¿son solamente un negocio para llegar al poder y manejar las agendas a su antojo? Son cuestiones que a mí, como ciudadana, me inquietan y me exhortan a buscar soluciones al respecto.
A modo de comparación tenemos a Estados Unidos con un bipartidismo ejemplar. Los republicanos superan a los demócratas en un leve porcentaje, sin embargo se hace notar que ambos tienen los “pies sobre la tierra” y son de armas tomar al momento de ejecutar decisiones con respecto a su legislación. Las sillas se dividen entre el Senado y la Cámara de Representantes, que aunque tienen funciones compartidas, cada una de las cámaras tiene responsabilidades y obligaciones propias. Gracias a esto existe más militancia política y los partidos son más sólidos en estructura y financiamiento. La ideología (demócrata o republicana) tiene un papel preponderante en las agendas partidarias y eso genera identificación con la población para apoyar al partido que cumple con los valores, ideologías y creencias de cada ciudadano.
Analizando las experiencias en las cuales hay menos partidos políticos, la democracia y la interacción ciudadana es mayor y más fuerte. La toma de decisiones se da con mayor celeridad en estos países puesto que las ideologías son las que predominan y se ejecutan las políticas públicas en base a estas. Lamentablemente no podemos esconder que nuestro sistema de partidos políticos ha llegado a un punto insostenible que necesita y requiere cambios de fondo. La Reforma a la Ley Electoral y de Partidos Políticos (modificada por los diputados) no hará los verdaderos cambios estructurales que nuestro sistema necesita para empezar a caminar hacia el futuro. Un futuro que hoy es nebuloso e incierto, pero que con la participación ciudadana, nuestros valores cívicos y constante fiscalización puede convertirse en un futuro de prosperidad, seguridad, estabilidad y paz para Guatemala. En mi opinión, se debe transitar políticamente hacia un sistema de listados semi-abiertos, para que dejemos de concentrarnos en las organizaciones políticas y empecemos a responsabilizar a cada individuo que la compone. Esto resultará en un fortalecimiento de la ideología de cada partido, una presión constante sobre las personas que nos representan y un mejor futuro para nuestro país.
Por esto mismo hemos sido víctimas de un Congreso que mucho dice y poco hace. Cuando las cosas se ponen difíciles nunca falta la bancada que se hace oídos sordos mientras frena la agenda legislativa y gana tiempo para sobreponer sus intereses sobre los de la voluntad general. Más de alguna vez nos hemos enfrentado al problema de ver frenada una iniciativa de ley muy positiva, por el mismo limitante que vienen a ser los intereses partidarios de distintas bancadas y sus diputados. Tomemos como ejemplo las reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos; uno de los temas más polémicos de la ley es el de abolir la mala práctica del transfuguismo. Sin embargo, existen propuestas encaminadas a que únicamente se pueda ser tránsfuga en el último año del período legislativo, eso no es más que una argucia politiquera para ponerle un aparente fin al tema, y con la probable consecuencia que esta acción agrave la crisis institucional y política en el último año de cada gobierno. En realidad no se estaría poniendo un fin al transfuguismo, simplemente se “regularía”. Es por eso que vuelvo a la pregunta del principio, ¿acaso los partidos políticos no tienen bases ideológicas claras? Y me atrevería a agregar: ¿son solamente un negocio para llegar al poder y manejar las agendas a su antojo? Son cuestiones que a mí, como ciudadana, me inquietan y me exhortan a buscar soluciones al respecto.
A modo de comparación tenemos a Estados Unidos con un bipartidismo ejemplar. Los republicanos superan a los demócratas en un leve porcentaje, sin embargo se hace notar que ambos tienen los “pies sobre la tierra” y son de armas tomar al momento de ejecutar decisiones con respecto a su legislación. Las sillas se dividen entre el Senado y la Cámara de Representantes, que aunque tienen funciones compartidas, cada una de las cámaras tiene responsabilidades y obligaciones propias. Gracias a esto existe más militancia política y los partidos son más sólidos en estructura y financiamiento. La ideología (demócrata o republicana) tiene un papel preponderante en las agendas partidarias y eso genera identificación con la población para apoyar al partido que cumple con los valores, ideologías y creencias de cada ciudadano.
Analizando las experiencias en las cuales hay menos partidos políticos, la democracia y la interacción ciudadana es mayor y más fuerte. La toma de decisiones se da con mayor celeridad en estos países puesto que las ideologías son las que predominan y se ejecutan las políticas públicas en base a estas. Lamentablemente no podemos esconder que nuestro sistema de partidos políticos ha llegado a un punto insostenible que necesita y requiere cambios de fondo. La Reforma a la Ley Electoral y de Partidos Políticos (modificada por los diputados) no hará los verdaderos cambios estructurales que nuestro sistema necesita para empezar a caminar hacia el futuro. Un futuro que hoy es nebuloso e incierto, pero que con la participación ciudadana, nuestros valores cívicos y constante fiscalización puede convertirse en un futuro de prosperidad, seguridad, estabilidad y paz para Guatemala. En mi opinión, se debe transitar políticamente hacia un sistema de listados semi-abiertos, para que dejemos de concentrarnos en las organizaciones políticas y empecemos a responsabilizar a cada individuo que la compone. Esto resultará en un fortalecimiento de la ideología de cada partido, una presión constante sobre las personas que nos representan y un mejor futuro para nuestro país.