Esta columna es un análisis y refutación a un artículo publicado en el medio digital Nómada por la periodista Jody García. El artículo lo pueden encontrar aquí: https://nomada.gt/se-imaginan-que-las-empleadas-tuvieran-derechos/
Antes de continuar con la lectura, es importante entender que al igual que Jody, quiero mejores condiciones para los empleos domésticos. Otra cosa importante de entender es que las malas condiciones se deben en gran manera a la situación de pobreza del país, y que para reducir considerablemente hay que cambiar muchos otros problemas. Además, algo en lo que coincido completamente con Jody es en la intolerancia a la violencia laboral.
Aunque las narrativas comunes en este tipo de medios ayudan a concientizar, hay que ver los casos de forma general y no individual para resolver problemas sociales. El problema del artículo es que, como muchos pensadores, pretenden que nuestro pobre país se haga del primer mundo con leyes nuevas y copiando modelos. El caligrafismo es un fenómeno común en Latinoamérica que ha demostrado fracasar.
Establece que “como sucede en otros países industrializados y más igualitarios, si una familia no puede pagar de manera digna a una empleada doméstica, pues no la tiene”, el problema es que no somos ni industrializados ni igualitarios. Y que esos países, no llegaron a eso con restricciones laborales que provocaran desempleo ni con leyes y convenios. Si así lo desean, podríamos copiar constituciones y verán que nuestros países no cambian. Si no la pueden pagar (al sueldo mínimo que el burócrata define) no la tienen, y se quedan sin empleada (¡qué bien!) pero ella se queda sin empleo (…)
Jody habla de jornadas laborales de ocho horas, de salarios mínimos, de indemnización y otros factores que un convenio de Naciones Unidas traerían a los empleos domésticos. Sin embargo, me parece interesante que un problema tan importante en la narrativa, como lo es la violencia empleador-empleado, no está contemplado en el convenio. Le da un toque de sentimientos y aparenta relacionarlo al tema, pero la propuesta no resuelve este problema, lo cual hace dudar sobre la intención de incluir esa parte de la historia. Otro ejemplo de la narrativa sentimental que se utiliza. Al igual que mencionar el tema de las vacaciones de Angelina y la empleada que solo va una vez al año a su pueblo. Pues para eso se debe formalizar el empleo; para poder exigir sus vacaciones pero, ¿por qué dar las mismas vacaciones a todos? Puede que un empleado necesite menos vacaciones y más dinero, eligiendo así trabajar más.
Angelina se enferma, le da estrés y nervios que le afectan a su salud y no está feliz de haber trabajado 25 años como empleada doméstica. Sinceramente, debí haber obviado esta parte pero muestra lo complejo que plantean los problemas y la forma simple de solucionarlos, con leyes. No hay forma de que un convenio vaya a hacer feliz a un empleado. Son miles los empleos en los que las personas se enferman y se estresan, eso no se resuelve con leyes, de hecho, no le corresponde al Estado resolverlo.
Quisiéramos todos, que las empleadas domésticas tuvieran mejores condiciones de vida y laborales. Al hablar de un salario digno, hay mucho problema en definir lo digno, pues ojalá todos pudiéramos ganar mucho, pero el desempleo y la pobreza, no nos lo permiten. Además lo digno depende de percepción, alguien con bajo sueldo pero con otras oportunidades como el respaldo de una familia, no diría que su sueldo no es digno. Lo digno debe ser el trabajo, las condiciones y su entorno, no la cantidad de dinero.
Las jornadas de ocho horas se podrían aplicar a un empleo doméstico. Pero ¿qué pasa si una familia quiere pagar más por que le hagan las loncheras, y la empleada lo aceptaría por necesidad? ¿Y si la familia ya no quiere pagarlo como horas extras? Al final, ambos pierden. Es muy fácil decir: “Si no pueden pagar que no la contraten” cuando uno no vive en pobreza y no trabajaría más por alimentar una familia. “Que los ricos se aprovechan” ahí está el detalle, lo que se debe hacer es formalizar los contratos y garantizar que estos se cumplan. Pero ser tan rígidos solo limita las posibilidades de quienes necesitan trabajo.
Mencionaba en su artículo el abolir el trabajo infantil. Sonará muy cruel, pero es muy injusto que un gobierno que no logra dar educación, calidad de vida y salud, además de todo, elimine las posibilidades de trabajo a los necesitados. Ojo, es necesario abolir la esclavitud, la explotación, pero ¿el trabajo? Suena bien que un niño ya no trabaje para alguien pero nos olvidamos de los que vemos limpiando vidrios en la calle. A ellos, nadie les va a impedir ese subempleo, porque lo hacen por necesidad.
El informe de PNUD (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo Humano) muestra muchas realidades, pero para que los salarios aumenten hay que tomar muchas otras medidas para salir de la pobreza. Un decreto no aumenta el salario, sino causa desempleo, o empleos clandestinos fuera del régimen que se prestan a la explotación. “Muchos se sienten obligados a permanecer con sus empleadores porque no saben que tienen derechos y necesitan el trabajo” es sorprendente en el artículo que no denuncien por no saber sus derechos, no sé si el convenio de Naciones Unidas vaya a iluminarles de los nuevos derechos que adquirirían. Si no mejoramos la certeza de la ley, no sirve sacar nuevas leyes. Además, hay que renovar las actuales que datan de los años 50.
“Te dicen que te contratan para limpieza, pero termina uno cocinando, planchando, lavando…” Ejemplo claro de que no hacen falta leyes con restricciones, sino una garantía de contratos. Que ningún empleado se vea forzado a hacer algo que no aceptó, y que sin hacerlo, debe seguir recibiendo la remuneración acordada. Que las empleadas no se sientan a comer en la mesa y son pocos los empleadores conscientes. Pues bueno, a los empleadores se les puede hacer más conscientes y no con campañas ni con más leyes, sino aplicando la ley existente como se debe.
El artículo finaliza dándole el mérito del buen trabajo al diputado Amílcar Pop por apoyar el convenio. Pop habla del trabajo doméstico como una forma de esclavitud vergonzosa. Seguramente a él le daría vergüenza trabajar de esa forma, pero no a una madre que debe alimentar una familia y está dispuesta a darlo todo por ellos. En lo que lleva mucha razón, es en decir que se ve a las mujeres indígenas como algo apropiable para la familia y disponer de ellas cuando quieran. Pero el diputado bien sabrá que ese machismo y racismo se pueden eliminar protegiendo a la mujer en calidad de persona y trabajadora, aplicando la ley y no haciendo nuevas que la pongan en más peligro.
Por si fuera poco, las intenciones politizadas e ideológicas del artículo son claras. ¡Cuánto habló de prestaciones, de salarios dignos y de otras características de un empleo formal! Pero no habló nada de entrar en un régimen fiscal. Me pareció extraño de un medio que tanto apoyó el incremento de impuestos, pero con temor a ser criticado de imponer tasas tributarias a las empleadas domésticas. Yo tampoco quisiera que tributen hoy, pero si se formaliza el empleo, es algo que va en el paquete y llegará en algún momento. Mostrar algunas partes de la verdad es lo que hace que nuestra sociedad de pericos repita y repita discursos sin estudiar el problema.
Antes de continuar con la lectura, es importante entender que al igual que Jody, quiero mejores condiciones para los empleos domésticos. Otra cosa importante de entender es que las malas condiciones se deben en gran manera a la situación de pobreza del país, y que para reducir considerablemente hay que cambiar muchos otros problemas. Además, algo en lo que coincido completamente con Jody es en la intolerancia a la violencia laboral.
Aunque las narrativas comunes en este tipo de medios ayudan a concientizar, hay que ver los casos de forma general y no individual para resolver problemas sociales. El problema del artículo es que, como muchos pensadores, pretenden que nuestro pobre país se haga del primer mundo con leyes nuevas y copiando modelos. El caligrafismo es un fenómeno común en Latinoamérica que ha demostrado fracasar.
Establece que “como sucede en otros países industrializados y más igualitarios, si una familia no puede pagar de manera digna a una empleada doméstica, pues no la tiene”, el problema es que no somos ni industrializados ni igualitarios. Y que esos países, no llegaron a eso con restricciones laborales que provocaran desempleo ni con leyes y convenios. Si así lo desean, podríamos copiar constituciones y verán que nuestros países no cambian. Si no la pueden pagar (al sueldo mínimo que el burócrata define) no la tienen, y se quedan sin empleada (¡qué bien!) pero ella se queda sin empleo (…)
Jody habla de jornadas laborales de ocho horas, de salarios mínimos, de indemnización y otros factores que un convenio de Naciones Unidas traerían a los empleos domésticos. Sin embargo, me parece interesante que un problema tan importante en la narrativa, como lo es la violencia empleador-empleado, no está contemplado en el convenio. Le da un toque de sentimientos y aparenta relacionarlo al tema, pero la propuesta no resuelve este problema, lo cual hace dudar sobre la intención de incluir esa parte de la historia. Otro ejemplo de la narrativa sentimental que se utiliza. Al igual que mencionar el tema de las vacaciones de Angelina y la empleada que solo va una vez al año a su pueblo. Pues para eso se debe formalizar el empleo; para poder exigir sus vacaciones pero, ¿por qué dar las mismas vacaciones a todos? Puede que un empleado necesite menos vacaciones y más dinero, eligiendo así trabajar más.
Angelina se enferma, le da estrés y nervios que le afectan a su salud y no está feliz de haber trabajado 25 años como empleada doméstica. Sinceramente, debí haber obviado esta parte pero muestra lo complejo que plantean los problemas y la forma simple de solucionarlos, con leyes. No hay forma de que un convenio vaya a hacer feliz a un empleado. Son miles los empleos en los que las personas se enferman y se estresan, eso no se resuelve con leyes, de hecho, no le corresponde al Estado resolverlo.
Quisiéramos todos, que las empleadas domésticas tuvieran mejores condiciones de vida y laborales. Al hablar de un salario digno, hay mucho problema en definir lo digno, pues ojalá todos pudiéramos ganar mucho, pero el desempleo y la pobreza, no nos lo permiten. Además lo digno depende de percepción, alguien con bajo sueldo pero con otras oportunidades como el respaldo de una familia, no diría que su sueldo no es digno. Lo digno debe ser el trabajo, las condiciones y su entorno, no la cantidad de dinero.
Las jornadas de ocho horas se podrían aplicar a un empleo doméstico. Pero ¿qué pasa si una familia quiere pagar más por que le hagan las loncheras, y la empleada lo aceptaría por necesidad? ¿Y si la familia ya no quiere pagarlo como horas extras? Al final, ambos pierden. Es muy fácil decir: “Si no pueden pagar que no la contraten” cuando uno no vive en pobreza y no trabajaría más por alimentar una familia. “Que los ricos se aprovechan” ahí está el detalle, lo que se debe hacer es formalizar los contratos y garantizar que estos se cumplan. Pero ser tan rígidos solo limita las posibilidades de quienes necesitan trabajo.
Mencionaba en su artículo el abolir el trabajo infantil. Sonará muy cruel, pero es muy injusto que un gobierno que no logra dar educación, calidad de vida y salud, además de todo, elimine las posibilidades de trabajo a los necesitados. Ojo, es necesario abolir la esclavitud, la explotación, pero ¿el trabajo? Suena bien que un niño ya no trabaje para alguien pero nos olvidamos de los que vemos limpiando vidrios en la calle. A ellos, nadie les va a impedir ese subempleo, porque lo hacen por necesidad.
El informe de PNUD (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo Humano) muestra muchas realidades, pero para que los salarios aumenten hay que tomar muchas otras medidas para salir de la pobreza. Un decreto no aumenta el salario, sino causa desempleo, o empleos clandestinos fuera del régimen que se prestan a la explotación. “Muchos se sienten obligados a permanecer con sus empleadores porque no saben que tienen derechos y necesitan el trabajo” es sorprendente en el artículo que no denuncien por no saber sus derechos, no sé si el convenio de Naciones Unidas vaya a iluminarles de los nuevos derechos que adquirirían. Si no mejoramos la certeza de la ley, no sirve sacar nuevas leyes. Además, hay que renovar las actuales que datan de los años 50.
“Te dicen que te contratan para limpieza, pero termina uno cocinando, planchando, lavando…” Ejemplo claro de que no hacen falta leyes con restricciones, sino una garantía de contratos. Que ningún empleado se vea forzado a hacer algo que no aceptó, y que sin hacerlo, debe seguir recibiendo la remuneración acordada. Que las empleadas no se sientan a comer en la mesa y son pocos los empleadores conscientes. Pues bueno, a los empleadores se les puede hacer más conscientes y no con campañas ni con más leyes, sino aplicando la ley existente como se debe.
El artículo finaliza dándole el mérito del buen trabajo al diputado Amílcar Pop por apoyar el convenio. Pop habla del trabajo doméstico como una forma de esclavitud vergonzosa. Seguramente a él le daría vergüenza trabajar de esa forma, pero no a una madre que debe alimentar una familia y está dispuesta a darlo todo por ellos. En lo que lleva mucha razón, es en decir que se ve a las mujeres indígenas como algo apropiable para la familia y disponer de ellas cuando quieran. Pero el diputado bien sabrá que ese machismo y racismo se pueden eliminar protegiendo a la mujer en calidad de persona y trabajadora, aplicando la ley y no haciendo nuevas que la pongan en más peligro.
Por si fuera poco, las intenciones politizadas e ideológicas del artículo son claras. ¡Cuánto habló de prestaciones, de salarios dignos y de otras características de un empleo formal! Pero no habló nada de entrar en un régimen fiscal. Me pareció extraño de un medio que tanto apoyó el incremento de impuestos, pero con temor a ser criticado de imponer tasas tributarias a las empleadas domésticas. Yo tampoco quisiera que tributen hoy, pero si se formaliza el empleo, es algo que va en el paquete y llegará en algún momento. Mostrar algunas partes de la verdad es lo que hace que nuestra sociedad de pericos repita y repita discursos sin estudiar el problema.