Hace unos días vi a un par de amigos compartir, desde su Instagram, un link en donde podían recibir mensajes anónimos y decidí probarlo. Publiqué mi link (Laysapm.Sarahah.com) por la noche y desperté con algunos mensajes, tales como los típicos “me gustás”, “sos mi crush”, “estoy enamorado de ti”. Mi ego fue el primero en sentirse complacido. Pasé un día enganchada con la aplicación para saber qué pensaban de mí y pude ver los mensajes que también recibían mis amigos; sin embargo, en poco tiempo noté un par de cosas sobre las que vale la pena reflexionar.
Primero, nuestra sociedad ama el anonimato que dan las redes sociales. Todo esto tiene una especie de magia que seduce a cualquiera, especialmente si queremos decir mensajes negativos. Cuentas falsas en Instagram, Twitter y Facebook inundan las redes y tienen como víctimas a líderes de opinión, políticos e incluso personas individuales. Poder decir lo que queramos sin que caiga sobre nuestros hombros la responsabilidad que esto conlleva, al parecer es liberador.
La escritora Simone de Beauvoir tiene una famosa frase: “La naturaleza del hombre es malvada. Su bondad es cultura adquirida.”, lo cual hace una perfecta conexión con aplicaciones como Sarahah o Secret (de hace un par de años), en donde las reglas de nuestra cultura pueden omitirse y hay licencia para decir lo que se desee sin ninguna repercusión. Ahora bien, si no existiera el miedo a ser castigados, ¿nos importaría dañar emocionalmente o físicamente a alguien? Este ha sido por mucho tiempo un debate ético, pero ejemplos como estos me hacen pensar que probablemente la naturaleza del ser humano es malavada.
Otra reflexión es que nos cuesta comunicarnos. La aplicación nace con la idea de que subalternos puedan decirle a sus superiores críticas constructivas sobre el trabajo que realizan y esto solamente demuestra la poca tolerancia que podemos tener como sociedad para reconocer errores.
La usuaria Anggely Enríquez realizó un ejercicio interesante; agrupó sus mensajes según su naturaleza. Los principales mensajes que recibió fueron declaraciones de amor, demostrando que somos personas con miedo al rechazo. Solamente tres mensajes de los 42 que obtuvo fueron positivos y el segundo grupo más grande fue acoso sexual activo.
Seguimos siendo una sociedad sexualmente reprimida. Tanto hombres y mujeres recibieron mensajes sexuales que, si se dijeran de frente, serían tomados como acoso, e incluso como violencia sexual. Y aquí hay dos puntos que quiero resaltar: Por un lado, las mujeres se desinhiben, pues varios de mis amigos recibieron insinuaciones muy fuertes que probablemente no ocurrirían en persona, pues todavía existe el miedo a hablar de sexo para evitar verse como una “cualquiera”. Y por el otro lado, a los hombres les afecta mucho menos este tipo de “acoso”. Varios amigos respondían con bromas frases como “lo tenés bien grande”, pero me percaté de que la mayoría de mujeres omitíamos las respuestas a mensajes como “la quiero poner en cuatro”. Claro, tiene mucho que ver el criterio de quien lo lee, pero no estoy segura de que se conozca que enviar este tipo de mensajes es violencia.
Crear nuestro usuario de Sarahah fue abrirle los brazos al mundo y decir “aquí estoy, háganme lo que quieran”. Lo que me recuerda al experimento realizado por Marina Abramovic, quien permitió que, por seis horas, su cuerpo estuviese a la disposición de un grupo de personas. La artista dio declaraciones al terminar: “Me sentí violada, me cortaron la ropa y desnudaron en parte, me pegaron en el estómago con la rosa de espinas y lo de la pistola fue punto y aparte...”
¿Cuántos de nosotros nos sentimos así gracias al poder de las palabras?
Varios países del mundo bloquean este tipo de aplicaciones para evitar los abusos a los usuarios. El ciberbullying está muy cerca de nosotros y tenemos que reconocer también la responsabilidad que conlleva utilizar este tipo de plataformas; sin embargo, este tipo de aplicaciones seguirán existiendo; volveremos a tener algo parecido en algunos años y el morbo nos volverá a ganar. Es por eso que tomar conciencia y ser críticos de este tipo de espacios es importante; son ejercicios interesantes, pero no pueden definirnos como persona.
Crear nuestro usuario de Sarahah fue abrirle los brazos al mundo y decir “aquí estoy, háganme lo que quieran”. Lo que me recuerda al experimento realizado por Marina Abramovic, quien permitió que, por seis horas, su cuerpo estuviese a la disposición de un grupo de personas. La artista dio declaraciones al terminar: “Me sentí violada, me cortaron la ropa y desnudaron en parte, me pegaron en el estómago con la rosa de espinas y lo de la pistola fue punto y aparte...”
¿Cuántos de nosotros nos sentimos así gracias al poder de las palabras?
Varios países del mundo bloquean este tipo de aplicaciones para evitar los abusos a los usuarios. El ciberbullying está muy cerca de nosotros y tenemos que reconocer también la responsabilidad que conlleva utilizar este tipo de plataformas; sin embargo, este tipo de aplicaciones seguirán existiendo; volveremos a tener algo parecido en algunos años y el morbo nos volverá a ganar. Es por eso que tomar conciencia y ser críticos de este tipo de espacios es importante; son ejercicios interesantes, pero no pueden definirnos como persona.