Siempre se dice que el sistema de elecciones guatemalteco no es perfecto, ¿pero cuál sí lo es? Solamente hace falta ver las primarias y el colegio electoral de Estados Unidos para darnos cuenta de la suerte que tenemos. Al menos los guatemaltecos elegimos a nuestro presidente, mientras que los estadounidenses votan por representantes para que elijan a su mandatario. Para echar más leña al fuego, un candidato puede ganar las elecciones con menos del 25% del voto popular en Estados Unidos.
En las últimas dos semanas Donald Trump ha denunciado públicamente que el Partido Republicano está jugando sucio para evitar que él gane la nominación (y tiene toda la razón). Los líderes republicanos están construyendo su propio muro para separar a Trump de la presidencia, y lo mejor de todo es que lo hacen de manera legal. Pero, ¿por qué su propio partido quiere boicotearlo? A diferencia de Jimmy Morales, quien se divorció del partido que lo llevó al poder, el presidente de Estados Unidos no puede hacer lo mismo debido a que uno de los roles que tiene como líder de estado es también ser líder de su partido. Simplemente los republicanos no quieren que Trump esté a la cabeza del Grand Old Party.
En las primarias norteamericanas los ciudadanos afiliados a un partido acuden a las urnas para votar por su nominado favorito para la candidatura presidencial. Aunque cabe resaltar que en realidad cada estado tiene su propio sistema para elegir a los delegados que irán a dar su voto final en la convención del partido. Por lo general los delegados basan su voto en los resultados del voto popular, pero no siempre dan los votos equitativos a lo que el público desea. Por ejemplo; puede que un candidato gane el 80% del voto popular, pero termina recibiendo solo 21 de los 40 votos que aportan los delegados (es de esta manera que Trump está siendo atacado, ya que se está cambiando el sistema de cada estado faltante para que le den menos delegados y este no alcance los 1,237 que necesita para asegurar su nominación). Todo esto sin mencionar a los superdelegados, quienes son delegados miembros del partido sin ninguna afiliación ni obligación a la población de un estado en específico. Estos personajes son quienes pueden votar por quien ellos quieran tal como sucede con el Partido Demócrata, que resultó no ser tan demócrata y que cuyo sistema de superdelegados pone a Hillary Clinton a la cabeza con una gran ventaja.
El sistema de nominación de los partidos “Demócrata” y “Republicano” es confuso, complicado e inestable. No obstante, al tener a los candidatos finales a la presidencia la situación se pone peor. El Colegio Electoral de Estados Unidos tiene tantos huecos que hacen que matemáticamente un candidato pueda llegar a la presidencia con un mísero 22.8% del voto popular.
Para ganar la presidencia un candidato necesita 271 votos electorales. Cada estado tiene una cantidad de votos establecida que van acorde al tamaño de su población. Sin embargo el problema es el siguiente: si un candidato gana las elecciones en un estado, aunque sea por un único voto, todos los votos de ese estado los obtiene él. Hay estados que ya tienen un récord histórico de cómo van a votar, como Texas que es un estado republicano y California, donde tienden a votar por los demócratas. La verdadera batalla se libra en estados como Florida, Nevada y Colorado, en donde la contienda entre demócratas y republicanos tiende a ser muy cerrada.
Con una excelente campaña enfocada en puntos estratégicos, un candidato fácilmente gana la presidencia sin ganar el voto popular. Basta con ver el caso de Bush en el año 2000 para probar lo anterior y cómo Trump (si logra sobrevivir el boicot de su partido) podría desenvolverse y arreglárselas para ganar las elecciones presidenciales este 2016. Si el magnate solamente busca el voto de una minoría estratégica podría llegar a ser el nuevo mandatario de Estados Unidos.
Así es como un sistema de elecciones (defendido por los hijos de la libertad) tiende a ser un obstáculo frente a la democracia de un país que presume de esta en todos lados. Muchos políticos y académicos norteamericanos reconocen el problema de este sistema de elecciones y han tratado de reformarlo, pero no lo han logrado. ¿Cuánto tiempo más durará este sistema de elección? Nadie lo sabe, pero mientras tanto los candidatos pueden usarlo a su favor o usarlo como una ruleta rusa y ser víctimas de él.
En las últimas dos semanas Donald Trump ha denunciado públicamente que el Partido Republicano está jugando sucio para evitar que él gane la nominación (y tiene toda la razón). Los líderes republicanos están construyendo su propio muro para separar a Trump de la presidencia, y lo mejor de todo es que lo hacen de manera legal. Pero, ¿por qué su propio partido quiere boicotearlo? A diferencia de Jimmy Morales, quien se divorció del partido que lo llevó al poder, el presidente de Estados Unidos no puede hacer lo mismo debido a que uno de los roles que tiene como líder de estado es también ser líder de su partido. Simplemente los republicanos no quieren que Trump esté a la cabeza del Grand Old Party.
En las primarias norteamericanas los ciudadanos afiliados a un partido acuden a las urnas para votar por su nominado favorito para la candidatura presidencial. Aunque cabe resaltar que en realidad cada estado tiene su propio sistema para elegir a los delegados que irán a dar su voto final en la convención del partido. Por lo general los delegados basan su voto en los resultados del voto popular, pero no siempre dan los votos equitativos a lo que el público desea. Por ejemplo; puede que un candidato gane el 80% del voto popular, pero termina recibiendo solo 21 de los 40 votos que aportan los delegados (es de esta manera que Trump está siendo atacado, ya que se está cambiando el sistema de cada estado faltante para que le den menos delegados y este no alcance los 1,237 que necesita para asegurar su nominación). Todo esto sin mencionar a los superdelegados, quienes son delegados miembros del partido sin ninguna afiliación ni obligación a la población de un estado en específico. Estos personajes son quienes pueden votar por quien ellos quieran tal como sucede con el Partido Demócrata, que resultó no ser tan demócrata y que cuyo sistema de superdelegados pone a Hillary Clinton a la cabeza con una gran ventaja.
El sistema de nominación de los partidos “Demócrata” y “Republicano” es confuso, complicado e inestable. No obstante, al tener a los candidatos finales a la presidencia la situación se pone peor. El Colegio Electoral de Estados Unidos tiene tantos huecos que hacen que matemáticamente un candidato pueda llegar a la presidencia con un mísero 22.8% del voto popular.
Para ganar la presidencia un candidato necesita 271 votos electorales. Cada estado tiene una cantidad de votos establecida que van acorde al tamaño de su población. Sin embargo el problema es el siguiente: si un candidato gana las elecciones en un estado, aunque sea por un único voto, todos los votos de ese estado los obtiene él. Hay estados que ya tienen un récord histórico de cómo van a votar, como Texas que es un estado republicano y California, donde tienden a votar por los demócratas. La verdadera batalla se libra en estados como Florida, Nevada y Colorado, en donde la contienda entre demócratas y republicanos tiende a ser muy cerrada.
Con una excelente campaña enfocada en puntos estratégicos, un candidato fácilmente gana la presidencia sin ganar el voto popular. Basta con ver el caso de Bush en el año 2000 para probar lo anterior y cómo Trump (si logra sobrevivir el boicot de su partido) podría desenvolverse y arreglárselas para ganar las elecciones presidenciales este 2016. Si el magnate solamente busca el voto de una minoría estratégica podría llegar a ser el nuevo mandatario de Estados Unidos.
Así es como un sistema de elecciones (defendido por los hijos de la libertad) tiende a ser un obstáculo frente a la democracia de un país que presume de esta en todos lados. Muchos políticos y académicos norteamericanos reconocen el problema de este sistema de elecciones y han tratado de reformarlo, pero no lo han logrado. ¿Cuánto tiempo más durará este sistema de elección? Nadie lo sabe, pero mientras tanto los candidatos pueden usarlo a su favor o usarlo como una ruleta rusa y ser víctimas de él.