Venezuela al fin está viendo la luz al final del túnel del problema en el cual Hugo Chávez y Nicolás Maduro la dejaron en estos 16 años de uno de los peores gobiernos de la historia de ese país y de toda Latinoamérica. El declive económico, la violencia, el aislamiento internacional y la poca gobernabilidad en esa supuesta “república” tienen su origen en la entrega del poder total de parte del organismo legislativo de ese país al ejecutivo. Los legisladores venezolanos se dedicaron en todos estos años a crear no sólo enemigos imaginarios, sino también criminales. Dichos criminales no son nada más y nada menos que los ciudadanos venezolanos. ¿Cómo se crea un criminal? Si partimos de que un criminal es aquel que infringe la ley, entonces creando más leyes (sobre todo aquellas que son arbitrarias) se crean más criminales, y esto en consecuencia le da cada vez más poder al poder, anulando poco a poco el concepto de república. Regresando a Guatemala, poco a poco se nota menos que Guatemala sea una república. y es que los diputados en nuestro Congreso se han dedicado a lo mismo; presentar iniciativas de ley que lo único que lograrán será crear criminales.
Si bien es cierto que en el ideal republicano de libertad las leyes hacen libre al hombre, en Latinoamérica se vive un síndrome de “sobre-legislación”, en el que cualquier idea que sea obra y gracia de un diputado puede pasar a ser una ley. ¿Cómo qué leyes? La ley de tarjetas de crédito, la ley de radiodifusión, la ley en contra de los juguetes bélicos y videojuegos violentos, la ley que prohíbe a los colegios privados cobrar lo que consideran necesario y muchas otras cosas más. Las leyes en sí no son malas, es más, tiene que haber coacción porque es necesaria para hacer cumplir los pactos que como ciudadanos hacemos, pero la coacción también puede ser arbitraria y el brazo de coacción del estado son las leyes. En Guatemala no se persigue un estado de derecho, más bien se persigue uno de legalidad (con tantas leyes tan específicas y tan arbitrarias), entonces, ¿qué viene?, ¿una ley para regular qué tanto puedo gastar?, ¿una ley para darle poderes especiales al Presidente?, ¿Una ley que me permita tomar Coca-Cola sólo dos veces por semana?
En conclusión, ningún guatemalteco tiene porqué pedirle permiso al gobierno para hacer lo que quiera con su propiedad privada, su cuerpo, su negocio o su mente. Todos tenemos el derecho y deber de ser libres, y de buscar la libertad en todos los aspectos de nuestras vidas sin importar el juicio arbitrario de una persona o de una institución. Una ley que atente contra nuestra propiedad privada o nuestra libertad ,no es una ley, tal vez es un mandato, o una legislación, pero nunca una ley coherente. No existe persona ni estado que tenga la potestad de intervenir en la vida privada de sus ciudadanos, y tampoco hay ciudadanos que se puedan permitir seguir la caída en picada que sucedió en Venezuela, y que les ha costado más de 16 años empezar a salir. Con una ley en contra del robo de celulares no se acabaron los robos de celulares, con una ley que prohíba juguetes y videojuegos violentos no se acabará la violencia, con una ley de tarjetas de crédito o de precios tope en los colegios no mejorará la economía y por ende, con tanta ley sin sentido, no se logra una república.
Si bien es cierto que en el ideal republicano de libertad las leyes hacen libre al hombre, en Latinoamérica se vive un síndrome de “sobre-legislación”, en el que cualquier idea que sea obra y gracia de un diputado puede pasar a ser una ley. ¿Cómo qué leyes? La ley de tarjetas de crédito, la ley de radiodifusión, la ley en contra de los juguetes bélicos y videojuegos violentos, la ley que prohíbe a los colegios privados cobrar lo que consideran necesario y muchas otras cosas más. Las leyes en sí no son malas, es más, tiene que haber coacción porque es necesaria para hacer cumplir los pactos que como ciudadanos hacemos, pero la coacción también puede ser arbitraria y el brazo de coacción del estado son las leyes. En Guatemala no se persigue un estado de derecho, más bien se persigue uno de legalidad (con tantas leyes tan específicas y tan arbitrarias), entonces, ¿qué viene?, ¿una ley para regular qué tanto puedo gastar?, ¿una ley para darle poderes especiales al Presidente?, ¿Una ley que me permita tomar Coca-Cola sólo dos veces por semana?
En conclusión, ningún guatemalteco tiene porqué pedirle permiso al gobierno para hacer lo que quiera con su propiedad privada, su cuerpo, su negocio o su mente. Todos tenemos el derecho y deber de ser libres, y de buscar la libertad en todos los aspectos de nuestras vidas sin importar el juicio arbitrario de una persona o de una institución. Una ley que atente contra nuestra propiedad privada o nuestra libertad ,no es una ley, tal vez es un mandato, o una legislación, pero nunca una ley coherente. No existe persona ni estado que tenga la potestad de intervenir en la vida privada de sus ciudadanos, y tampoco hay ciudadanos que se puedan permitir seguir la caída en picada que sucedió en Venezuela, y que les ha costado más de 16 años empezar a salir. Con una ley en contra del robo de celulares no se acabaron los robos de celulares, con una ley que prohíba juguetes y videojuegos violentos no se acabará la violencia, con una ley de tarjetas de crédito o de precios tope en los colegios no mejorará la economía y por ende, con tanta ley sin sentido, no se logra una república.