En los días lluviosos de septiembre me encontré con algunas sorpresas de símbolos patrios adornando las calles. Tengo la impresión de que fueron muchos más que otras veces. Miles de carros con sus banderas en ventanas, casas con banderas colgadas en la ventana o la puerta, restaurantes con platos típicos o postres de colores nacionales. De más está hablar de las antorchas tan amadas por los costumbristas y repudiadas por quienes tenían mucho que hacer y se atrasaron en el tránsito.
Al parecer, un espíritu patriota está llenando los hogares y las vidas de muchos guatemaltecos. Quizás han tenido mucho que ver los éxitos de guatemaltecos a nivel internacional, las manifestaciones en la plaza bajo una misma bandera (las primeras), y quién quita que la educación cívica esté teniendo su efecto.
Hoy en el día de la independencia hago un llamado a la reflexión sobre este bello país y la extraña identidad. Muchos dicen que no hay que celebrar una independencia hecha por los descendientes de conquistadores, otros dicen que no hay que celebrar al país viviendo en la pobreza, incluso hay quienes dicen que ser patriota no sirve de nada. Ante lo cual respondo, con muchas dudas y verdades.
La independencia fue un proceso que no se llevó a cabo a la perfección (como todo proceso político), pero que desde entonces ha permitido la construcción de un estado en el que muchos nos podamos identificar como guatemaltecos. Ha costado mucho; guerras, vidas, discriminación, pero nada me dio más gusto que ver a hombres, mujeres, blancos, indígenas y garífunas en una misma plaza cantando el himno nacional. Después de muchos años, hemos logrado una identidad y reconciliación entre nuestros pueblos.
Mucho gusto da encontrar versiones del himno en idiomas mayas, demostrando que la unidad nacional no es barrera sino unifica las identidades étnicas y locales cuando se hace a través del civismo y la paz. Hoy no es importante el idioma o el color para sentirse guatemalteco. Hemos mezclado costumbres y creencias uniendo esfuerzos que nos identifican como tal.
Vivir en la pobreza y bajo administraciones de gobierno pequeñas e ineficientes no nos debe separar, al contrario, nos debe unir. Para que seamos los guatemaltecos quienes nos preocupemos por el país sin delegar toda responsabilidad al Estado. Si algo nos falta es eso, el civismo más allá de la protesta. Llevar nuestro concepto de ciudadano a alguien que no solo vigila al Estado, sino a velar por el bien de los compatriotas. Y estoy seguro de que caminando en la misma vía del respeto y la paz, lo encontraremos.
Si de algo sirve ser patriota entonces, más allá que de poner banderas y correr con antorchas (que son bellas formas de expresión de identidad) es para encontrar solidaridad nacional de apoyarnos entre nosotros, de procurar el bien de todos, empezando por el respeto de las normas y libertades de los demás, y siguiendo con el apoyo para salir adelante uno a uno, comunidad por comunidad, municipio por municipio para un solo país.
La independencia es un proceso largo, que no terminó hace 195 años con la firma, ni terminará hoy. Y una vez lograda, debemos luchar por defenderla y conservarla como lo más puro que tenemos.
Celebro la independencia, porque celebro la unidad de guatemaltecos y los logros de convivencia en paz. Celebro la identidad que nos permite marchar juntos con un mismo mensaje en diferentes idiomas y colores. Celebro por todo lo que está por venir. Gracias a la independencia por la identidad que nos ha hecho defenderla. Como dijo José del Valle (el más ilustrado y sincero prócer): “La independencia es nuestro primer derecho y es el fundamento de los demás”.
¡Feliz independencia!