El pasado 16 de abril, la Comisión de Postulación terminó el proceso de seleccionar a los aspirantes para dirigir el Ministerio Público y ser el próximo fiscal. El presidente Jimmy Morales tendrá que elegir de una lista de seis aspirantes, de los cuales cuatro son mujeres. Este detalle despertó un debate interesante en las redes sociales sobre la participación y representatividad de las mujeres en puestos de alto rango. Si la lista final para los aspirantes de Fiscal General fue mayoritariamente femenina, con base en la experiencia y mérito profesional de las aspirantes, ¿serán necesarias las cuotas de género en el ámbito político y empresarial en Guatemala?
El tema de paridad y cuotas de género en la política ha estado presente desde hace ya un tiempo, siempre aludiendo a que es una buena forma de aumentar la débil presencia que tienen las mujeres en el gobierno. Quienes están a favor le ponen énfasis en que es una forma efectiva de lograr un mejor balance en la representación tanto de hombres como de mujeres. Eso puede sonar lógico ya que la mitad de la población es femenina y la otra mitad masculina. Por lo tanto, las cuotas de género son la mejor forma de compensar la discriminación que ha prevalecido en la sociedad hacia la mujer. Como mujer entiendo y he sentido que todavía persiste un sentimiento machista en la sociedad, pero una ley no va a cambiar la cultura; eso toma más tiempo y se cambia con otros enfoques.
Por lo tanto, considero que la implementación de cuotas de género, o de cualquier otro tipo, se basan en una idea aun más discriminatoria hacia las mujeres y arrogante hacia el electorado. Primero, ¿específicamente qué hace mejor a una persona para un cargo? ¿Será el simple hecho de ser hombre o mujer o será su capacidad y méritos para lograr el objetivo encargado? Aunque las cuotas sean un mecanismo para acelerar la participación de las mujeres en los espacios políticos, en realidad solo se crea una manera más de llenar espacios tomando como primer criterio el género y no la idoneidad o el mérito. Segundo, implementar cuotas les quita libertad a los votantes, haciéndolos elegir entre un hombre o una mujer en vez de una persona, quien fuera, mejor cualificada para el puesto.
El caso de Guatemala es interesante porque las barreras de entrada a un partido político se basan en mil y un criterios, pero el criterio de género no es uno de los primeros. Los partidos no reclutan basándose en que si el candidato es hombre o mujer, se basan en quién puede aportar más capital a la campaña y al partido para asegurar un curul. Por otro lado, el simple hecho de que una mujer llegue a un puesto alto, la vicepresidencia por ejemplo, no garantiza que sea la mejor persona para ello.
Considero que muchos quisiéramos que cada vez más guatemaltecos participen en política, siendo las personas buenas y capaces quienes gobiernen. También que hubiera más participación femenina, sin embargo, el camino a seguir no es por medio de leyes positivistas que impongan cuotas de género. Estas cuotas pueden terminar beneficiando a las mujeres menos aptas para el cargo, porque podrían beneficiar a las esposas, hermanas, hijas o sobrinas de los políticos de siempre en vez de a las mujeres que tienen más mérito y capacidad. Entonces, es más importante apuntarle a reglas claras y que no hagan diferenciaciones entre hombres y mujeres, porque al final la responsabilidad de cada uno y el reto está en demostrar quién es más idóneo para trabajar por el bien del país.
El tema de paridad y cuotas de género en la política ha estado presente desde hace ya un tiempo, siempre aludiendo a que es una buena forma de aumentar la débil presencia que tienen las mujeres en el gobierno. Quienes están a favor le ponen énfasis en que es una forma efectiva de lograr un mejor balance en la representación tanto de hombres como de mujeres. Eso puede sonar lógico ya que la mitad de la población es femenina y la otra mitad masculina. Por lo tanto, las cuotas de género son la mejor forma de compensar la discriminación que ha prevalecido en la sociedad hacia la mujer. Como mujer entiendo y he sentido que todavía persiste un sentimiento machista en la sociedad, pero una ley no va a cambiar la cultura; eso toma más tiempo y se cambia con otros enfoques.
Por lo tanto, considero que la implementación de cuotas de género, o de cualquier otro tipo, se basan en una idea aun más discriminatoria hacia las mujeres y arrogante hacia el electorado. Primero, ¿específicamente qué hace mejor a una persona para un cargo? ¿Será el simple hecho de ser hombre o mujer o será su capacidad y méritos para lograr el objetivo encargado? Aunque las cuotas sean un mecanismo para acelerar la participación de las mujeres en los espacios políticos, en realidad solo se crea una manera más de llenar espacios tomando como primer criterio el género y no la idoneidad o el mérito. Segundo, implementar cuotas les quita libertad a los votantes, haciéndolos elegir entre un hombre o una mujer en vez de una persona, quien fuera, mejor cualificada para el puesto.
El caso de Guatemala es interesante porque las barreras de entrada a un partido político se basan en mil y un criterios, pero el criterio de género no es uno de los primeros. Los partidos no reclutan basándose en que si el candidato es hombre o mujer, se basan en quién puede aportar más capital a la campaña y al partido para asegurar un curul. Por otro lado, el simple hecho de que una mujer llegue a un puesto alto, la vicepresidencia por ejemplo, no garantiza que sea la mejor persona para ello.
Considero que muchos quisiéramos que cada vez más guatemaltecos participen en política, siendo las personas buenas y capaces quienes gobiernen. También que hubiera más participación femenina, sin embargo, el camino a seguir no es por medio de leyes positivistas que impongan cuotas de género. Estas cuotas pueden terminar beneficiando a las mujeres menos aptas para el cargo, porque podrían beneficiar a las esposas, hermanas, hijas o sobrinas de los políticos de siempre en vez de a las mujeres que tienen más mérito y capacidad. Entonces, es más importante apuntarle a reglas claras y que no hagan diferenciaciones entre hombres y mujeres, porque al final la responsabilidad de cada uno y el reto está en demostrar quién es más idóneo para trabajar por el bien del país.