El “cobarde y desmedido ataque” a Julio René Alvarado Ruano nos hizo recordar a todos la interminable disputa territorial entre Guatemala y Belice. El asesinato de un niño de 13 años a manos de soldados beliceños en la zona fronteriza es solamente uno de los tantos incidentes fatales (10 para ser exactos) que han ocurrido en la zona de adyacencia. La disputa territorial entre nuestro país y el vecino acarrea complicaciones sociopolíticas y de soberanía nacional. Por un lado Guatemala quiere recuperar unos 12.272 kilómetros cuadrados del territorio beliceño, lo cual supone la mitad de aquel país. Por otro lado Belice defiende la libre determinación de su pueblo y niega la posibilidad de ser parte de Guatemala.
El diferendo territorial entre Guatemala y Belice se basa en que Guatemala reclama los distritos de Toledo, Stan Creek y gran parte de Cayo. Esto incluye territorio marítimo, el cual representa una gran ventaja para poder tener una salida amplia al mar Atlántico. El conflicto comienza cuando Guatemala e Inglaterra llegan a un acuerdo en el cual nuestro gobierno sede el territorio beliceño a cambio de que el gobierno inglés construya una carretera para facilitar la conexión con el Caribe. La carretera nunca se construyó, por lo que el acuerdo se deshace y el territorio prometido sigue siendo parte de Guatemala. Hacia 1992, Guatemala reconoció la independencia del pueblo beliceño mas no al territorio del país vecino, dejando en claro que la disputa todavía seguía indefinida. Años después, ambos países acordaron llevar el caso a la Corte Internacional de Justicia, pero para ello debían hacer una consulta popular primero. Ninguno de los dos países la realizó.
En resumen, podríamos decir que históricamente el territorio reclamado nos pertenece, sin embargo, el problema recae en cómo solucionar este diferendo. A pesar de que parezca un acto precipitado o exagerado mandar 3.000 soldados a la zona dónde murió el joven guatemalteco, desplegar tropas no significa que se ha agotado el recurso de la diplomacia. Es totalmente entendible que el gobierno ostente la legitimidad de su poder al enviar sus fuerzas armadas (kaibiles de Poptún, marines nacionales de Puerto Barrios y personal de la Brigada de Santa Elena); no obstante, en este caso no es conveniente el uso de la fuerza.
Ambos países deberían temer a la posibilidad de que las relaciones diplomáticas lleguen a su fin ya que sería lamentable un enfrentamiento armado. En este preciso momento Guatemala cuenta con una superioridad militar 59 veces más grande que Belice, pero nuestros vecinos pueden pedir apoyo británico en cualquier momento.
Sin embargo, la orden del presidente Jimmy Morales de retirar temporalmente al embajador, Estuardo Roldan, es una clara muestra de que se están terminando las relaciones diplomáticas con Belice. Si el representante de nuestro país, cuyo trabajo es evaluar los intereses y capacidades de los beliceños, no está en Belice, ¿cómo se supone que se establezca el diálogo bilateral? Es necesario que se tomen medidas para que la diplomacia salga victoriosa en este conflicto. Esta es la única manera para que se resuelva de una vez por todas; ya sea de manera bilateral (preferible) o someter el caso a la Corte Internacional de Justicia.
El diferendo territorial entre Guatemala y Belice se basa en que Guatemala reclama los distritos de Toledo, Stan Creek y gran parte de Cayo. Esto incluye territorio marítimo, el cual representa una gran ventaja para poder tener una salida amplia al mar Atlántico. El conflicto comienza cuando Guatemala e Inglaterra llegan a un acuerdo en el cual nuestro gobierno sede el territorio beliceño a cambio de que el gobierno inglés construya una carretera para facilitar la conexión con el Caribe. La carretera nunca se construyó, por lo que el acuerdo se deshace y el territorio prometido sigue siendo parte de Guatemala. Hacia 1992, Guatemala reconoció la independencia del pueblo beliceño mas no al territorio del país vecino, dejando en claro que la disputa todavía seguía indefinida. Años después, ambos países acordaron llevar el caso a la Corte Internacional de Justicia, pero para ello debían hacer una consulta popular primero. Ninguno de los dos países la realizó.
En resumen, podríamos decir que históricamente el territorio reclamado nos pertenece, sin embargo, el problema recae en cómo solucionar este diferendo. A pesar de que parezca un acto precipitado o exagerado mandar 3.000 soldados a la zona dónde murió el joven guatemalteco, desplegar tropas no significa que se ha agotado el recurso de la diplomacia. Es totalmente entendible que el gobierno ostente la legitimidad de su poder al enviar sus fuerzas armadas (kaibiles de Poptún, marines nacionales de Puerto Barrios y personal de la Brigada de Santa Elena); no obstante, en este caso no es conveniente el uso de la fuerza.
Ambos países deberían temer a la posibilidad de que las relaciones diplomáticas lleguen a su fin ya que sería lamentable un enfrentamiento armado. En este preciso momento Guatemala cuenta con una superioridad militar 59 veces más grande que Belice, pero nuestros vecinos pueden pedir apoyo británico en cualquier momento.
Sin embargo, la orden del presidente Jimmy Morales de retirar temporalmente al embajador, Estuardo Roldan, es una clara muestra de que se están terminando las relaciones diplomáticas con Belice. Si el representante de nuestro país, cuyo trabajo es evaluar los intereses y capacidades de los beliceños, no está en Belice, ¿cómo se supone que se establezca el diálogo bilateral? Es necesario que se tomen medidas para que la diplomacia salga victoriosa en este conflicto. Esta es la única manera para que se resuelva de una vez por todas; ya sea de manera bilateral (preferible) o someter el caso a la Corte Internacional de Justicia.